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2_Grupo_de_Frederick_Landford_-_Ozmìcari

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Vislumbre de los Firmamentos en la Noche

 

       Solamente la pareja permaneció inmóvil, procurando escuchar la voz de los Eterno, para quitarlos de ese mundo oscuro que se aproximaba, Adán pensaba que de nuevo ambos iban a ser dormidos, ya que lentamente la oscuridad opacaba sus ojos, mermando así el color a las cosas vivas que les rodeaba, en el último destello que se apagaba en el horizonte, borraba en sus ojos la belleza de sus creaciones,  cuando la oscuridad los cubrió completamente, miro hacia arriba en el cielo, y observo como todo ese lugar estaba rodeado de resplandor de renombradas estrellas, admirados, descubrieron que la noche solamente era tinieblas cuando se miraba hacia abajo.

       Adán y Eva en su inocencia no sabían que aquella noche simbolizaba el futuro sombrío de la humanidad. Cuando lo comprendiesen, estarían confortados al contemplar el fulgor de los cielos: el lugar hablaría de esperanza y las estrellas testificarían de que no habría tinieblas suficientes para opacar la luz, dándole aliento a los pecadores. Mas serían iluminadas todas aquellas futuras naciones, que, desviando los ojos de la tierra, contemplasen los cielos en sus luminares de infinitos conteos.

       Después de contemplar por algún tiempo el cielo en su luminosidad, la pareja, se acordó de las bellezas del paraíso, volvió los ojos, buscando divisarlas. Estaban, sin embargo, ocultas en medio de las sombras. ¡Cuánto deseaban el amanecer, pues solamente él traería consigo el paraíso! Ante el anhelo del corazón humano, el Eterno apareció únicamente en medio de las tinieblas, devolviendo a la pareja la alegría de encontrarse nuevamente en un jardín colorido por la luz que resplandecía de sus vestiduras.

       Bañados por suave luz, caminaban ahora por prados reverdecientes y floridos. El brillo del Creador despertaba la naturaleza por donde pasaban, coloreando y alegrando todo en derredor. La pareja, admirada, aprendió que al lado del Eterno podrían tener un paraíso en plena noche. Sintiéndose somnolientos, Adán y Eva se recostaron en el regazo del amoroso Padre, que los hizo adormecer dulcemente, esperanzados en un despertar feliz. Dejándolos sobre el suave césped, el Eterno se elevó dirigiéndose al lado de las huestes contemplativas.

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