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2_Grupo_de_Frederick_Landford_-_Ozmìcari

13

Idealizada Formación Idónea

 

       Con intensa alegría, Adán tomaba conocimiento de las infinidades de especies de animales que poblaban el jardín. Todos eran mansos y sumisos y vivían en perfecta armonía y felicidad. Deteniéndose en sus pasos, Adán se admiró de la blancura y ternura de un animalito que brincaba en el césped. Aproximándose, lo tomó en sus brazos, dedicándole un especial afecto. ¡Pues que agradable era acariciar su blanca lana! Sus dulces ojos reflejaban un brillo de amor y humildad.

       Había algo de especial en aquel animalito. Afectuosamente, Adán lo llamó "Cordero". Con el animalito en sus brazos, Adán miró agradecido hacia el Eterno y Lo adoró. Contemplando Sus blancas vestiduras, Sus ojos expresivos de un amor sin par, Adán descubrió que tenía en los brazos un símbolo de su Autor. Feliz, exclamó:       

       -"Oh, Señor, este corderito revestido de tan blanca lana, con mirada expresiva de tanto amor, se parece a Ti: -dijo Adán al ser Redentoravico

       -Yo quiero tenerlo siempre junto a mí." Agrego Adán

       Observando los animales, Adán percibió que ellos disfrutaban de un compañerismo especial. Veía por todas partes parejas felices que vivían el uno para el otro. Sus pensamientos se volvieron hacia Su Compañero. Miró a su alrededor y estuvo sorprendido de no verlo. Los Eternos se habían ocultado a propósito, tornándose invisibles a su naturaleza

       Adán se sentía solitario en medio de aquel paraíso. ¿Con quién compartiría su felicidad y su amor? había allí los animales, pero ellos eran irracionales, no pudiendo compartir de sus ideales. Nacía en su corazón, al caminar solitario en aquel atardecer, un deseo ardiente de encontrar a alguien que pudiese estar siempre a su lado. Mientras que Adán miraba hacia las distantes colinas en la esperanza de ver a alguien, el Eterno se presentó a su lado y le dijo: -"No es bueno que el hombre esté solo; es por eso por lo que debemos hacerte una compañera. –

       Adán estuvo feliz al oír del Creador esa promesa, justamente en el momento en que tanto anhelaba tener a alguien para que estuviera siempre visible a su lado. Tomado por un profundo sueño, Adán se reclinó en el pecho de su amoroso Creador que, con caricias, le hizo adormecer, mientras que el contemplando la mirada tierna del Eterno, vio como la imagen se lo que era real iba desvaneciéndose, al haber cerrado los ojos lentamente, en su subconsciente surgieron los primeros sueños coloridos: en él se repetían las escenas que lo envolvieron en su anhelo, miraba a su alrededor esperando encontrar con esperanza a su compañero, mas no lo ve. Ahora Adán se sentía solo en su sueño, y eso lo llevaba a buscar a alguien en su morada con quien compartir su existencia.

       Por un momento mientras caminaba por los reverdecientes partes del jardín, siente una mansa brisa acariciarle el cabello suavemente, en ese instante, dice: - tu pareces ser a quien tanto busco, muéstrate, no te escondas, quiero conocerte, su voz comenzó a escucharse distanciada, hasta el momento en que comenzó a despertar de su sueño. Todavía con los ojos cerrados se acordó del momento en que, somnoliento, se recostó en el pecho del Eterno. - ¿Sería la brisa que le acaricio su cabello, el toque de Sus manos? -

       Con esta interrogante abrió los ojos y se emocionó al contemplar una linda mujer que, con las manos perfumadas, le acariciaba con amor la cara. Era la brisa de su sueño; la promesa de un Creador que solo quería hacerlo feliz. Ahora Adán era completo, pues tenía una compañía, al cual le llamo frente de ella y los Eternos “Eva”, que preguntando el Eterno que significaba, él dijo: - Porque ella es la madre de todos los vivientes, Eva, que era carne de su carne y huesos de sus huesos. Tomándola por la mano, Adán la invitó a dar un paseo de sorpresas inolvidables. Mostraría a su compañera las bellezas de su hogar y la herencia de los Eternos.

       Sensibilizada Eva se detenía a cada paso, atraída por las flores que exhalaban suaves perfumes; por los pájaros que trinaban alegres cantos; por los animales que los seguían sumisos; por la vegetación de ricos matices; por las aguas cristalinas del río de la vida que brotaban en cascada desde el monte de los puros de corazón.

       Todo en el paraíso era perfecto y bello, más nada se igualaba al ser humano, creado a la imagen de los Eternos. Se volvieron el uno para el otro en admiración y caricias. Empapados por ese amor, permanecieron hasta el atardecer. Con deleite, la joven pareja comenzó a contemplar el sol poniente que, a través de rayos rosados, coloreó el cielo en un lindo arrebol.

       Era el sexto día que llegaba a su final, dando lugar a las horas de un día especial: El sábado. Ese día, en su significado, sería solemne para todos los súbditos del Eterno, pues su amanecer traería la victoria para el reino de los Dandertales. El sol, que durante el sexto día había alegrado la naturaleza con su brillo y calor, se ocultó, dejándola en frías sombras. Los alegres pájaros, silenciando sus trinos, buscaban sus nidos mientras que los otros animales se recostaban en los pastizales.

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