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Teoría de la Ciencia del bien y del mal
Antes de crear el Reino Celestial, Dios ya había previsto la posibilidad de una rebelión. El riesgo de conceder libertad de escoger a las criaturas era inmenso, más sin este don del Albedrio, la vida no tendría sentido. El Eterno no quería reinar sobre robots, programados para hacer solamente Su voluntad. Él quería que la obediencia fuese fruto del reconocimiento y del amor, por eso decidió correr el gran riesgo.
Aunque Lucifer proseguía en la búsqueda del sentido de las tinieblas, no pretendía abandonar la luz y el conocimiento adicional que había obtenido. Se esforzaba por llegar a una combinación entre esas partes que, en el reino del Eterno, coexistían separadas. Finalmente, con un sentimiento de ansiedad y capricho, concibió una teoría engañosa, que pretendía anunciar a todos los Universos como un nuevo sistema de gobierno, superior al gobierno del Eterno.
Denominó a su teoría “la ciencia del bien y del mal". Estructurada en la lógica, la ciencia del bien y del mal se reveló atrayente a los ojos de Lucifer, pareciendo descorrer un sentido de vida superior a aquél ofrecido por el Creador, cuyo Reino posibilitaba solamente el conocimiento experimental del bien. El nuevo sistema, otorgaría a todos un equilibrio entre el bien y el mal, entre el amor y el egoísmo, la luz y las tinieblas. A lo largo del tiempo en que madurara en su mente la teoría idealizada de la ciencia del bien y del mal, Lucifer sabría guardarla en secreto delante del Universo. Continuaba en su puesto de honra, cumpliendo la función de Portador de la Luz. Sin embargo, por más que procuraba fingir, su semblante ya no revelaba alegría en servir al Eterno.
El divino Rey, que sufría en silencio, procuraba, por medio de Sus revelaciones de amor, preparar a las criaturas racionales para la gran prueba que se aproximaba. Sabía que muchos darían oído a la tentación, volviéndole la espalda. El momento culminante de la prueba darían resultados definitivos de lo que cada uno de ellos habrían obrado por escoger por sí mismos, sin embargo, a los verdaderos fieles (aquéllos que servían al Creador no por interés, sino por amor).
Al ver que la hora de la prueba llegaba, y que Lucifer estaba listo para traicionarlo delante de todas las esferas del Universo, el Eterno, que jamás había cesado de dar a conocer los tesoros de su sabiduría, Observador el Eterno se tornó Silencioso. El silencio hizo revivir en el corazón de las huestes el recuerdo de aquella primera excursión sideral, cuando, después de mostrarles las riquezas del reino de la luz, Dios se tornó silencioso al momento de mostrarles aquella puerta del abismo.
Se acordaban de Sus palabras: "Todos los tesoros de la luz estarán abiertos a vuestro conocimiento, menos los secretos ocultos por las tinieblas. Sois libres para servirme o no. Amando la luz estaréis ligados a la fuente de la vida”.
Lucifer, que había comenzado a codiciar el trono de Eurasia, le investigo al Creador el motivo de Su silencio, contemplándolo con infinita tristeza, le dijo: "Ha llegado la hora de las tinieblas y tú Lucifer eres libre para realizar sus propósitos”. Viendo que el momento adecuado para la propagación de su teoría había llegado, Lucifer convocó a los ángeles para una reunión especial. Las huestes, deseosas de conocer el significado del silencio del Creador.
Tomaron sus lugares junto al magnífico ángel, que siempre les había enseñado los tesoros del reino de la luz. Lucifer comenzó su resaltante discurso, como de costumbre.
El gobierno del Eterno en una amplia retrospectiva les hacía recordar siempre las grandiosas enseñanzas que ellos habían adquirido y enriquecido en toda aquella eternidad.
El silencio causado por El Creador, lo presentó como si fuera la indicación de que el Reino Celestial había alcanzado la plenitud del conocimiento que provenía de la luz. Callando, el Eterno les tendería camino para el entendimiento de misterios aún no soñados, resguardados hasta entonces más allá de los límites de Su gobierno.