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 Súbditos Dandertales y Sublemados   

 

       Los opositores al plan del Eterno, en la expectativa de una conquista, se aquietaron, mientras que un sentimiento de temor penetraba en el corazón de los súbditos de la luz que más tarde se los conocería como Dandertales, porque ellos estuvieron a favor del Plan del eterno.

       ¿Entregaría Él Eterno su dominio de toda la creación, para librarse de las viles acusaciones? De acuerdo con la lógica a partir de la cual Lucifer fundamentaba sus enseñanzas, no le quedaba otra alternativa al Creador de apresurar su Plan y desterrar a los que pronto se convertirían en seres sublemistas, oponiéndose a todos los seres Dandertales que tendrían la oportunidad de morar en el Mundafiro de Idumea, En esta tremenda expectativa, el Reino Celestial estaba acompañado continuamente por los pasos de Dios. En un gesto de humildad, el Creador se despojó de su corona llamada Ebisfema y de Su manto real llamado Orsides, colocándolos sobre el blanco trono de Eurasia.

       En Su semblante no había expresión de resentimiento o de ira, sino de infinito amor y tristeza por la rebeldía creada de su primera y amada creación. Con solemnidad, el Eterno proclamó que el momento decisivo había llegado, cuando cada criatura debería sellar su decisión al lado de la luz o de las tinieblas.

       En una amplia explicación sideral proyectada, alertó visualizadamente de las consecuencias de un rompimiento con la Fuente de la Vida. Con una mirada de ternura el Creador contempló a sus hijos. Era una mirada de humildad, que lleno de amor, suplicaba para que permanecieran a Su lado.

       Incontables criaturas, conmovidas, apoyaron al Eterno en su plan de Redención, mientras que una multitud se mantuvo cabizbaja. Lucifer y sus seguidores estaban conscientes de la seriedad de aquel momento. Todavía era posible dar vuelta atrás en sus planes, entregándose arrepentidos al divino Padre que siempre los había amado.

       Mientras cabizbajos consideraban sobre la decisión final, Lucifer y sus adeptos oyeron el dictamen albedrial por boca de cada uno, y se colocaban a lado del Eterno en señal de su decisión definitiva. Lucifer sintió herida en su corazón de ver a quienes más amaba que había adiestrado por incalculable tiempo se opuso a él, yendo a la cercanía del Eterno.

       La última lucha se trababa en el corazón de los sublemados que, estremecidos, llegaron a pensar en retirarse. Finalmente, el recuerdo del reciente gesto divino del Eterno, en despojarse de la corona de Ebisfema, les había dado certeza de que el Creador le otorgaría el Gobierno y los Intrumentarios de Argenà que usaba para sus pensadas creaciones.

       Viendo que el Trono permanecía vacío, Lucifer y sus huestes, dominados por la codicia, rompieron la barrera de la razón y el respecto, exigiendo que por Lucifer ser el primer hijo de la creación él debía de heredar el Trono y gobernar por sobre todos nosotros. El Eterno al ver un tercio de los súbditos atravesar los límites establecidos de la ley, para comenzar a imponer su voluntad por sobre la Sala del Trono, Dios dejó externar el dolor angustiante que por tanto tiempo martirizaba Su corazón, Curvándose en inconsolable llanto. Contemplando a Sus hijos rebeldes, elevó la voz en una lamentación dolorosa: ¡"Hijos míos!, ¡hijos míos! ¡Ya no puedo llamarlos así! ¡Quisiera tanto tenerlos en mis brazos! ¡Me acuerdo cuando con cariño los formamos!  ¡Ustedes surgieron felices y perfectos, en acordes de esperanza en eterna armonía! ¡Velábamos por ustedes, cubriéndolos de gloria y poder! ¡Ustedes fueron nuestra alegría! ¿Por qué sus corazones cambiaron tanto? ¿Oh qué más podría yo haber hecho para hacerlos permanecer conmigo? ¡Hoy nuestra alma esta mortificada de dolor por la eterna separación!”

       ¿Cómo miraremos hacia los lugares vacíos donde tantas veces nos regocijamos en ver la manera en la que progresaban en sus dones y talentos, sin venirme a la mente una mezcla de felicidad y dolor?! ¡Nostalgia infinita invaden ya nuestro ser, y sé que será eterna! Hoy mi corazón se rompió y se quebrantó; ¡las cicatrices cargaré para siempre por este suceso! Después de proclamar en llanto tan dolorosa lamentación, el Eterno, se dirigió a Lucifer, el causante de todo el mal, diciendo: "Tú recibiste un nombre de honra al ser creado. Ahora no te llamarán más Lucifer, sino Satanás, el enemigo del Creador y de sus leyes." Después de lamentar la perdición de las huestes rebeldes, el Eterno, en pasos lentos, se ausentó del jardín del Edén, y pensaba el Eterno ¿Dónde sería ahora Su morada? Las huestes fieles acompañaban reverentes Sus misteriosos pasos de abandono, que parecían descorrer un futuro difícil, de sufrimientos y humillaciones.

       ¿Ocuparían los rebeldes Sublemantes el trono divino, profanándolo como dominio del pecado? Esta indagación torturaba el corazón de los súbditos Dandertales del Eterno. Dejando su amado Reino Celestial, el Eterno volvió hacia la Sala del Trono de Eurasia y al mirar los portales mire en dirección al lugar el cual Lucifer mismo ambicionaba tener, y respecto del cual se había callado hasta entonces en no decirle mucho más en cuanto al asunto.

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